Comentario
También las iglesias de los dominicos han dejado ejemplos deslumbradores de riqueza en el afán de recrear la imagen del cielo en el interior de los templos. En este sentido hay que citar la capilla del Rosario en el convento de Santo Domingo, de Tunja, en la que los dorados sobre fondo rojo y la decoración de los arcos torales crean un cielo en la tierra de riqueza y desmesura. De la capilla del Rosario en la iglesia de Santo Domingo de Puebla, con sus yeserías invadiendo los muros para configurar un espacio sagrado casi irreal (como más tarde en la capilla del Rosario de Oaxaca) se escribió un libro en el que era llamada la "Octava maravilla del Nuevo Mundo". Asimismo en Brasil se crearon los espacios de las capelas douradas con el mismo horror al vacío y la misma riqueza que en Tunja o en México.Muchas veces los resultados dependieron de circunstancias ajenas a la orden, y por eso pueden ser tan similares los claustros del convento de San Francisco y de Santo Domingo en Lima, que combinan -con variantes- arcos y óculos en la planta superior. Por otra parte, el modelo para la iglesia de la Merced de Quito cuando se reconstruyó a comienzos del siglo XVIII fue la iglesia de la Compañía, es decir, que la validez de un modelo lo hizo en ocasiones válido también para otras órdenes. Si a todo ello añadimos el que los terremotos obligaron muchas veces a reconstrucciones que cuando era posible conservaban parte de la primitiva fábrica se puede comprender mejor el carácter retardatario de algunas obras o la superposición de estilos y modelos.Algunas órdenes crearon en su misión evangelizadora asentamientos cuyo interés para la historia del arte es manifiesto. Se destacaron sobre todo los franciscanos y los jesuitas. Si el virrey Toledo había quitado las misiones a los dominicos para dárselas a los jesuitas, cuando éstos fueron expulsados las misiones que tenían en California pasaron a ser de franciscanos y dominicos. Los franciscanos sí habían seguido desempeñando su labor misionera en el norte de México desde que fundaron San Bartolomé en 1560, pero de los restos que se conservan no se puede concluir la existencia de un modelo, aunque las iglesias solían ser sencillas y grandes, esto último a fin de facilitar la predicación.El modelo franciscano de agrupar indios para trabajar en comunidad fue el seguido por los jesuitas en sus reducciones o doctrinas de la provincia jesuita del Paraguay, que abarcaba una zona que hoy está en tres países: Paraguay, Argentina y Brasil. Los edificios se organizaban en torno a una plaza, con una cruz o imagen de la Virgen en el centro y cuatro pequeñas cruces o capillas posas en los ángulos. En el frente principal se situaba la iglesia con las dependencias de los jesuitas a un lado y el cementerio al otro, y el resto de la plaza lo formaban los barracones de los indios, derivados del tipo de habitación de los indios guaraníes. Si bien por la disposición de plaza e iglesia se ha hablado en algún momento de urbanismo barroco, lo que tiene de barroco en todo caso es su carácter teatral -que se refleja en la envergadura arquitectónica que fueron adquiriendo las iglesias dentro del conjunto para materializar así su carácter de eje de toda la vida que allí se desarrollaba- pues pueden ser muy cuestionadas como verdaderos ámbitos urbanos.Para finalizar habría que aludir a la existencia de una región en la que se prohibió la presencia de las órdenes religiosas, lo cual también condicionó su arquitectura. Se trata de Minas Gerais, en Brasil, donde Juan V prohibió la entrada de miembros de las órdenes religiosas en 1711 -se nao consinta que nos minas assita trade algum, antes os lance fora a todos com violencia, se por outro modo nao quizerem salir- dejando la religión en manos de las parroquias, cofradías o hermandades. No hubo por lo tanto conventos, lo cual posibilitó que el volumen de sus iglesias, con su profunda capilla mayor y sus torres, apareciera exento mostrando los juegos curvos de unos alzados que responden a unas características plantas elípticas. Se ha hablado de influencias borrominesas, de Guarini (debido al trabajo de éste en Lisboa), o de las iglesias centroeuropeas, probablemente a través de grabados.Su interior, según P. Dias, se concebía casi como una sala de ópera, con palcos para las celebraciones litúrgicas y desde luego su exterior, por el atrio que suelen tener delante y porque se suelen situar en lugares elevados de la ciudad adquiere unas connotaciones escenográficas que más que atraer parecen absorber la mirada.